A los nueve años quería ser como Mireya Luis. Y a los 14 entrenó en su legendario equipo. La sabia de Eugenio George la salvó de una baja forzosa. Brilló muy joven en la liga japonesa y hoy es la principal figura del voleibol femenino cubano
Kenia Carcacés posee, entre sus dotes, un catálogo de sonrisas. Y las emplea —quizás inconscientemente— de acuerdo con las circunstancias. Dialogar sobre su carrera deportiva permite descubrir no solo el desenfado con que narra los pasajes felices y tristes de su vida, sino la lucidez con que analiza el presente.
Nació en Cueto, Holguín, hace 25 años. A los nueve se enamoró del voleibol y dijo querer ser como Mireya Luis. El capricho fue tal que enseguida entró a la EIDE, y con 14 abriles ya estaba en el entonces denominado CEAR Cerro Pelado.
Su destacada actuación en el Campeonato Mundial de Japón 2010 —líder cubana y cuarta entre las máximas anotadoras— le permitió incluirse entre los mejores atletas del año en el país.
Ahora, sentada frente a mí, sin la net de por medio, comienza a expresar ideas muy serias, sin renunciar a su perenne alegría. ¿Fuiste siempre tan espigada?
“No, con trece años medía 1,57 metros y era la más bajita del Cerro Pelado, adonde me habían llevado porque jugaba bien, no por las condiciones físicas. Al finalizar el primer curso Gilda Harry me quería dar baja, pues saltaba poco, era flaquita y no tenía fuerza. Pero en aquella reunión Eugenio George me vio llorando y dijo: “aún está en proceso de desarrollo, vamos a esperar dos años para tomar la medida definitiva. Yo la quiero aquí”. Entonces me fui de vacaciones casi tres meses y al regreso, inexplicablemente, medía 1,80. Todos se quedaron impresionados y a partir de ahí comencé a avanzar”.
Eso fue en el 2000, incluso llegaste a entrenar con las olímpicas.
“Un día nos reunieron para informar la preselección. Llamaron primero a todas las estelares (Mireya, Yumilka, Marlenys, Regla Torres, Regla Bell, etc.) y casi al final a mí. Me asusté, pensé que habían dicho Enia Martínez, pero enseguida me aclararon que era con K. Eugenio solía hacer aquellas evaluaciones a las atletas que veía con condiciones para el futuro”.
No fuiste a los Juegos de Sydney, pero recuerdas muy bien aquella victoria.
“Estaba en la escuela, fue de madrugada. Cuando perdieron los dos primeros sets me fui a dormir, pero como las había visto entrenar algo me decía que podían reaccionar. Al rato sentí la bulla, salté de la cama y las vi ganar.”
Tu primer ciclo olímpico pudo ser el de Atenas 2004…
“Debuté internacionalmente en el 2002. En ese año y el siguiente asistí incluso a los Grand Prix, pero no era titular. A inicios del 2004, poco antes de irnos al entrenamiento de altura, tuvieron que operarme de repente. Aún así Eugenio me llevó al viaje, pero mi preparación se afectó definitivamente.
“Al final no hice el equipo a los Juegos de Atenas, lloré mucho, era duro haber entrenado tanto y no llegar. Eugenio optó por la experiencia de Ana Ibis Fernández y Marta Sánchez, y nos dijo que teníamos tiempo para ir a varios juegos olímpicos”.
¿No podías imaginar que poco después jugarías en Japón?
“Ni en sueños, pero sucedió y jugué la temporada del 2006 para el club Hisamitsu, donde mismo habían estado antes Mireya y Regla Torres. Era la única extranjera del equipo, pero desde el principio todo fue muy lindo: mis compañeras habían estudiado español, la pasadora se adaptó a mí completamente y desde la llegada encontré afiches, revistas y pancartas sobre mí.
“Me acompañó Eider George y fui con el propósito de elevar el nivel de juego, mejorar el recibo y la defensa, y solucionar un problema técnico en el movimiento del brazo. Allí se entrena intensamente, pero desde lo básico, por eso dedican sesiones de hasta cuatro horas para trabajar cada elemento del juego”.
¿Cuánta responsabilidad te aportó esa experiencia?
“Enorme. El primer día de juego bajé tarde y el ómnibus me dejó. Después regresaron a buscarme, pero entendí la lección. Jugué mucho, casi 80 partidos a gradas llenas, era el alma ofensiva del equipo. Sin embargo, al terminar cada día nunca faltó el hielo, el masaje, las atenciones. Eso me enseñó a cuidarme lo suficiente”.
En los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007 todavía no fuiste titular, pero jugaste. ¿Cómo recuerdas aquella victoria?
“Ese año nos preparamos excelentemente con Ñico Perdomo. El día de la final, en el viaje hacia el Maracanazinho, la gente nos decía de todo y nosotras, por supuesto, le respondíamos. Alguien incluso dijo que íbamos a perder por la desconcentración. Al llegar la sala estaba llena y solo se oía al público. En la clasificación había jugado ante Puerto Rico y Estados Unidos, pero sabía que no abriría aquel partido porque Yumilka y Rosir estaban a tope.
“Sin embargo, en un momento las brasileñas “pararon” varias veces a Yumi, y Ñico me mandó a calentar. Recuerdo que la miré y le grité: ¡levanta! Yo estaba temblando, y no por miedo, sino porque en el banco no tienes como liberar la presión y salir de repente en un juego así es muy difícil. Por suerte no hice falta. Aquel triunfo es lo más grande de mi carrera deportiva”.
Beijing 2008 fue, en cambio, una gran decepción. ¿Qué pasó?
“Tuvimos un año espléndido. Ganamos el torneo de Montreux, otro en Dubái y fuimos segundas en el Grand Prix. Ñico logró mantener una sexteta regular y yo era el primer cambio de las auxiliares. Iniciamos muy bien los juegos olímpicos, clasificamos al frente de nuestro grupo, pero entrenamos poco, solo una hora al día porque para tener más tiempo había que pagar.
“Eso afectó sobre todo en las dos jornadas que descansamos antes de la semifinal con EUA. Recuerdo que la madrugada antes me desperté y vi a Yumilka sentada en la cama. Le pregunté qué pasaba y me dijo: “he discutido muchas medallas en mi vida, pero ahora mismo estoy preocupada”. Ella tenía experiencia y estaba en lo cierto. La mentalidad de todas las jugadoras era positiva, pero no pudimos llegar a la final”.
¿Es verdad que festejaron antes de tiempo?
“No. Jamás subestimamos a las estadounidenses, aunque les habíamos ganado en la clasificatoria y nos sentíamos un poco más seguras. Quizás otros festejaron antes, pero nosotras no”.
El Mundial de Japón 2010 trajo por fin tu consagración…
“Me preparé como nunca antes. Ya me conocía y sentí el progreso del rendimiento. En la gira por China, Suiza, Holanda e Italia marqué como promedio 20 puntos por partidos. Estaba muy fuerte para el Mundial. Si hubiera podido aprovechar los dos partidos iniciales quedaba como líder anotadora”.
¿Qué sucedió?
“Viajamos de Italia a Japón dos días antes del debut, entrenamos una vez y fuimos a competir. Jugamos muy mal, descoordinadas por el cambio de hora. Solo tres atletas teníamos experiencia en mundiales y en lo que nos adaptamos perdimos dos partidos (CRO y ALE) importantes. Si hubiéramos llegado a la sede con mayor antelación, como todos los rivales de nivel, la historia habría sido diferente. Los técnicos de los equipos importantes estaban encantados con nuestras condiciones físicas y la potencia, pero se veía un equipo muy novato”.
¿Algo más explica cómo perder ante Croacia y vencer a Italia?
“Tenemos “un millón” de fallas técnicas. Actualmente hay que mejorarlo todo, pero fundamentalmente el bloqueo. En el Mundial, frente al juego rápido de China, se notaron grandes deficiencias en ese sentido. Lo otro es el recibo, que podemos dominarlo si jugamos al más alto nivel”.
También cambiaron del formato 5-1 al 6-2. ¿Cuál prefieres?
“Hay decisiones que convienen al equipo y se aceptan, pero prefiero el 6-2. Con el 5-1 debo recibir más y aumenta la carga de trabajo. Desde el principio del evento sabía que los rivales sacarían hacia mí, para limitar la ofensiva, y eso presiona. El 5-1 nos puede salir bien, pero sin cometer tantos errores”.
¿Falta madurez en la selección?
“Claro, a varias de estas muchachas se les ha acelerado el tránsito por el deporte. No vivieron su etapa de juveniles como tal y con apenas 17 años tuvieron que asumir responsabilidades superiores porque no habían más reserva”.
La afición las ha llevado recio últimamente…
“Vine muy apenada del Mundial por ese lugar 12. Cuando entre por el aeropuerto quería borrarme. Ha sido el momento más duro de mi carrera. Estuve una semana sin salir de casa, pero al fin choqué con la gente y al parecer se les había olvidado. Recibí felicitaciones, muestras de apoyo y preguntas de todo tipo, incluidas muchas sobre las voleibolistas que ya no están”.
¿Cómo asumen la idea de ser herederas de las llamadas Espectaculares Morenas del Caribe?
“A veces recuerdo a mis compañeras de antes, casi todas grandes jugadoras, y me da cierto pesar. Sin embargo, entiendo que ahora estamos nosotras y debemos responder a esa gran historia. No somos las Espectaculares Morenas Caribe. Hemos bajado el nivel y tendremos que demostrar muchas cosas para merecer ese calificativo”.
Foto: FIVB
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