Río de Janeiro.- El resfriado llegó lógico y severo, casi como un regaño de la naturaleza. Ingenuamente desabrigados emprendíamos el “descubrimiento” de Río sin percatarnos de que era julio caluroso y sofocante en Cuba pero frío y de ventisca en esta ciudad, adornada con atuendos invernales y resignada desde el principio a que el astro rey no le daría a los XV Juegos Panamericanos el calor requerido.
Enseguida las chaquetas se hicieron imprescindibles para enfrentar la fina, moderada y hasta intensa lluvia carioca de estos días, acompañada frecuentemente de fuertes vientos, neblina y temperaturas que en las noches rozaron los diez grados celsius.
Los cubanos celebramos un poco refrescar el intenso calor del verano caribeño pero, por deshabituados, sufrimos también los mayores “congelamientos” y catarros, solo aliviados con el exquisito café brasileño, bien caliente.
Los escenarios competitivos parecieron antárticos en ocasiones, teñidos de un gris intenso y de centenares de aficionados bien tapados y dispuestos a calentar con su energía y alegrías cada una de las justas. Ciertamente creo que lo lograron.
Los amantes de records y comparaciones señalaron una curiosidad: Río-2007 quedará en las memorias como los Juegos más fríos de la historia, pues sus posibles émulos de Buenos Aires´51, Mar del Plata´95, Sao Paulo´63 y Winnipeg 67 y 99, ocurrieron en período veraniego.
Y aunque los organizadores no previeron este detalle, pues tradicionalmente el clima es más benévolo en esta etapa del año, la “adversidad” dejará esta cuota de distinción a una versión exitosa y digna de aplausos.
Como evocación y despedida, a propósito del frío y los abrigos, repasamos este domingo una página poco conocida del movimiento deportivo continental: los primeros y únicos Juegos Panamericanos de Invierno, acontecidos en Las Leñas, Argentina, en 1990.
Sus anfitriones habían sido los más fervientes impulsores de la idea que acabó complaciendo a la ODEPA y el COI tras los XV Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary, Canadá, en 1988. Inicialmente se previó el estreno de la lid para el año siguiente pero la escasez de nieve obligó postergarla para 1990, fecha en la cual casi cien atletas de ocho países tomaron parte y se repartieron las medallas en descenso, slalom, súper G y slalom gigante.
Santiago de Chile debió acoger la segunda versión en 1994 pero problemas administrativos y la negativa de Estados Unidos a participar si no se convocaban el conjunto completo de deports invernales canceló para siempre la competición.¿Ya ven? Quizás Río sirva también para recordar esa experiencia e intentar retomarla
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