Río de Janeiro.- El último grupo de la delegación cubana a los XV Juegos Deportivos Panamericanos partió en la noche de este domingo hacia La Habana, justo cuando en el Maracaná se apagaban las últimas luces de la fiesta atlética y un presagio se enseñoreaba en las mentes de muchos: Río anuncia una nueva era para el deporte continental.
Reñida, plena de rivalidad y competitividad, emocionante de principio a fin transcurrió este certamen cuatrienal que evidenció con mayor nitidez el crecimiento deportivo de América, y donde la disputa de los títulos va dejando de ser paulatinamente un asunto privativo de cubanos y norteños.
Ciertamente, los estadounidenses volvieron a lidiar sin principales figuras en varias disciplinas -una actitud asumida también por otras naciones- pero de todas maneras fue palpable la mayor oposición brindada por atletas de Brasil, Colombia, México y Venezuela, cuyos niveles técnicos y competitivos se afinan cada día más.
Baste un dato para ilustrarlo: las tres potencias históricas -EUA, Cuba y Canadá- conquistaron menos medallas de oro que en la versión precedente y ante un calendario bastante similar. Los primeros, incluso, quedaron por debajo de los cien pergaminos dorados, lo cual no sucedía desde México 1955.
Cuba, por su parte, registró una actuación destacable. Trajo su principal arsenal, ratificó el segundo lugar histórico más cerca del trono (-38), arrancó admiración, aplausos y ganó casi sesenta títulos, una cosecha que muchos consideramos adecuada a nuestras potencialidades actuales.
Nuevamente atletas, luchadores, judocas, boxeadores, remeros y pesistas (41 títulos) tiraron fuerte de nuestra distinguida expedición, aunque los dos primeros merecen los mayores elogios por ese sprint final que acabó la recia porfía ante Brasil.
Lógicamente, algunos propósitos competitivos no se cumplieron y ello es inherente al deporte, máxime en lides de esta envergadura. Ahora sobrevendrán análisis, valoraciones y ojalá, más que todo, surjan estrategias para elevar el estado actual de varias disciplinas no medallistas esta vez (12), entre las cuales vale señalar a la gimnasia artística y la natación, por su alta incidencia en la tabla final de posiciones. Imagínense que juntas ofrecieron 49 juegos de medallas, unas 147 preseas de las cuales no se obtuvo ninguna.
En el acápite de los deportes colectivos se observó algún crecimiento. Hace cuatro años ganamos una terna de 2-2-1 y esta vez llegamos hasta 2-1-4 gracias sobre todo a las actuaciones del béisbol, el voli (f) y el balonmano, sin demeritar los bronces alcanzados por el baloncesto y el polo (f). El hockey, sóftbol, fútbol y básquet (m) -los dos últimos ni siquiera participaron- tienen ante sí el reto inmenso de crecer hasta los planos estelares.
Sin duda alguna puede asegurarse que el deporte cubano probó en tierra carioca la vitalidad y fuerza de su reserva, al conseguir altos propósitos con una delegación renovada en un setenta por ciento con respecto a la de Santo Domingo 2003.
A partir de hoy se abren cuatro años de brega para encarar la próxima versión, presumiblemente tan o más compleja que la recién concluida. Más entrenamiento, estudio, esfuerzo, valentía, disciplina, atención y confrontación requerirán nuestros atletas para seguir reinando en un contexto deportivo en el que crecen cada día más la rivalidad, la calidad del contrario y los fenómenos de la mercantilización y el robo de cerebros.
Río merece elogios
Río de Janeiro organizó unos buenos juegos, distinguidos desde el principio por la calidad de sus instalaciones, el soporte técnico instalado, un amplio cúmulo de recursos y el denodado interés de sus organizadores.
Las justas devinieron, con justeza, en grata recompensa: cascadas de records en varios deportes, amplia y entusiasta afición en las instalaciones y el destacado desempeño de su comitiva, dueña de la mayor cosecha medallística de su historia y de un tercer lugar general que no disfrutaban desde Winnipeg 1967.
La cita transcurrió en un ambiente festivo, solidario y de hermandad aunque quizás la hinchada local debió controlar un poco su desmedido fanatismo, que negó aplausos merecidos a oponentes victoriosos en buena lid.
Como hecho memorable e inédito cabe señalar que esta XV versión arribó a la clausura sin la detección de un caso positivo de doping, lo cual justifica con creces su nominación como los juegos más limpios de cuantos han tenido lugar.
Río cumplió el compromiso asumido ante América y probó tener potencialidades para empeños mayores. No obstante, el éxito debe convencerlos de que falta mucho por hacer en el camino de ganar una sede olímpica o de la Copa del Mundo de fútbol.
De cualquier forma, la primera pulseada fue ganada y los sueños de centenares de brasileños bien alimentados.
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