domingo, 24 de marzo de 2013

Juan Antonio Pino jonroneó en el tenis




Mi entrevistado eligió, espontáneamente, el sitio del diálogo. Poco antes de la hora acordada, y tras un saludo de trámite, caminamos hacia una de las canchas principales del complejo capitalino 19 de Noviembre, a escasos metros del trazado en que firmó inolvidables victorias. Protegidos por una sombrilla y bajo los acordes de pelotas golpeadas por sus jóvenes pupilos, Juan Antonio Pino Pérez (Pinar del Río, 1965) nos narró una historia cautivadora y nostálgica. 

¿Por qué el tenis y no otro deporte? 
Yo jugaba pelota en el equipo escolar de Pinar del Río, me estaba preparando para los juegos escolares nacionales (JEN) de 1975, en la categoría 10-12 años. Pero mi tío Juan Antonio Pérez jugaba tenis y un día bajé a verlo, me gustó aquello y empecé a practicar por hobby todos los días. En realidad estaba clasificado para los JEN en béisbol y tenis, pero como el evento de la pelota era mi provincia y el de tenis en Villa Clara, decidí darme el paseíto. Gané bronce en aquel evento y me quedé definitivamente como tenista.


 ¿No hubo otra motivación especial, vinculada a jugadores ídolos o grandes eventos? 
En aquella época no teníamos acceso a nada de eso. Había un desconocimiento casi total del tenis internacional. Era un deporte muy poco difundido en Cuba y no sabíamos nada del ranking, los circuitos, etc. Creo que había una o dos personas con nociones de eso, Rolando Martínez y Juan Manuel Brito.

 Pero, evidentemente, se dieron las condiciones objetivas para que pudieras entrenar tenis… 
Existían canchas y había muchos recursos. Teníamos la ayuda del campo socialista y no faltaban pelotas, raquetas, etc. En Pinar existían, por ejemplo, ocho canchas de arcilla, pero existían otras instalaciones en Artemisa, La Habana, Villa Clara, etc. Llegaba mucha gente a jugar tenis, en el nivel escolar había niños muy aventajados.
También se topaba mucho entre regiones, Pinar del Río con La Habana, con Artemisa, con Villa Clara, en Varadero había un gran movimiento. Jugábamos mucho, siete u ocho eventos al año, y eso daba un nivel de experiencia y competitivo importantes.

A partir de esa historia deduzco las claves de lo que falta hoy...
A nivel de recursos no falta tanto, porque recibimos una ayuda importante de la Federación Internacional de Tenis. Tampoco faltan niños con deseos de jugar, hoy tenemos más niños incorporados que en mi época. Lo que debe rescatarse es la competencia. Los jugadores tienen que ensayar desde niños cómo será su vida futura, la vida del deportista de alto rendimiento con una proyección internacional. Desde la base tiene que competirse y ello no puede verse de modo simple, sino con los niveles de presión y decisión en cada punto, mediante lo cual se desarrolla la táctica y la técnica.

¿Cuánto aporta la posibilidad de ver por la televisión a los mejores jugadores y eventos de la actualidad? 
Influye, a la larga motiva a los muchachos. Aquellos que están en el tenis vienen luego al entrenamiento con el deseo de aplicar lo que vieron, las buenas jugadas. Sin embargo, el secreto del éxito está en la parte competitiva, eso es lo decisivo. Hay que jugar en los municipios y provincias, y entre ellas. Estamos enfrascados en eso a nivel de INDER y Federación, para que no se le eche más la culpa a los recursos, porque esos están. No en la abundancia que quisiéramos, pero hay pelotas, raquetas, cuerdas...

¿Cómo se produjo tu tránsito hacia el equipo nacional? 
En mi caso cumplí la escalera completa del alto rendimiento, desde la EIDE, la ESPA hasta el equipo nacional, adonde llegué en 1980.
Mi generación llegó muy joven a la selección cubana, teníamos entre 15 y 17 años y eso ayudó: Belkis Rodríguez, Néstor, Cordoví, Pedro Pablo, Mario Iván Tabares, Wilfredo Henry, Jesús Borrego y otros. Estábamos muy centrados, queríamos llegar lejos, teníamos “hambre de éxitos”.
El despegue grande, el cambio, llegó en el año 1984 con la reestructuración de la federación cubana y la llegada de Rolando Martínez (presidente), Juan Manuel Brito y Francisco Acosta. Ellos comenzaron a hacer entrenamientos con otra visión y nosotros estábamos más maduros, teníamos las condiciones y empezamos a hacer un tenis con proyección internacional. Cambiamos la técnica, los agarres, hubo una modernización de la técnica. En esa época la escuela checa era muy fuerte. Tenían a Ivan Lendl y Martina Navratilova, contaban con tres de los cinco mejores jugadores del mundo en cada sexo.
Nuestros entrenadores tuvieron un entrenador checo y hubo una influencia en métodos de entrenamiento, sin dudas.

 En 1986 llega tu primer gran resultado: plata en los Juegos Centroamericanos y del Caribe (JCC) de Santiago de los Caballeros… 
Nosotros no teníamos experiencia competitiva internacional ninguna. Lo único que hicimos fue ir a Checoslovaquia a una base de entrenamiento de un mes. Allí nos concentramos y jugamos con tenistas checos todos los días, aunque no oficialmente, pero igual nos subió el nivel.
Llegamos a República Dominicana 15 días antes de los JCC, jugamos un torneo contra dominicanos, mexicanos y boricuas, los países más fuertes de la lid, y dimos los primeros indicios de fuerza. Ya en los Juegos ganamos dos medallas de oro, una plata y dos de bronce y ocupamos el primer lugar.

 ¿Resultó una sorpresa aquello? 
Teníamos un desconocimiento total de una región en la que había grandes jugadores. Por ejemplo, México tenía a Fernando Pérez Pascal, quien le había ganado a Boris Bécquer; el puertorriqueño Miguel Nido había sido octavo finalista de Wimbledon, etc. Pero como no sabíamos no teníamos respeto por los oponentes. Pienso que eso ayudó a obtener el resultado.
Además veníamos subiendo el nivel. Ese mismo año, a finales, Venezuela tenía el Circuito Lotto y nos invitaron a Tabares y a mí. Eran siete fases y ganamos. No era válido para el ranking mundial, pero tenía buen nivel. 

Obtuviste una larga estela de triunfos en certámenes centrocaribeños y panamericanos (17 medallas en total), pero faltó el oro individual…
En los Juegos Centrocaribeños de México 1990 me tocó con Francisco Masiel en cuartos de final, quien andaba 35 del mundo y había sido cuarto finalista de Roland Garros. Le gané y pensé que ya había ganado los Juegos, cuando todavía quedaban muy buenos jugadores en competencia. Aquel nivel de tenis no existe hoy en los juegos centrocaribes y panamericanos. Con el boricua Miguel Nido iba 5-1 en el tercer set, con 17 match point y perdí el partido semifinal.
En La Habana 91 me tocó Nido en cuartos de final, por el bronce, y le gané. Pero sucedió que yo jugaba single, dobles, mixto y por equipos, cuatro eventos a la vez, tres en el mismo día y bajo unas temperaturas altísimas. En la jornada en que vencí a Nido comencé a las 10 de la mañana y acabé por la noche. Al día siguiente en el pleito frente al estadounidense David Di Lucía iba ganando 6-1, 3-0, pero me acalambré. Ahí fue mala suerte porque estaba jugando muy bien. Gané medallas de bronce en todos los eventos, pero no pude lograr oro. En el dobles sucedió lo mismo, éramos los superfavoritos, pero ganándoles 6-1 el primer set a los boricuas me acalambré y se acabó la semifinal para nosotros.
 En los JCC de Ponce 1993, ante el mexicano Oliver Fernández, iba delante 5-1 y 40-0 el game definitivo y perdí. Son cosas del deporte. De todas formas, los JCC y JDP aquellos eran más duros que los de hoy. Yo iba a ganar una medalla y la inexperiencia me golpeó muchas veces después de obtenerla. 

¿Qué significado tenían los eventos múltiples para ti? 
Yo conocía a las figuras de todos los deportes porque vivíamos juntos. Y eso alaba mucho el resultado deportivo. Había deportes muy fuertes en las niveles centrocaribeño y panamericano, como el atletismo, la lucha, el judo, etc. Nosotros no teníamos esos resultados, solíamos ser la burla para decirlo en buen criollo. Sin embargo, aquellos amigos nos incitaron mucho al logro de buenos desempeños.
La vida en las villas de los juegos era una gran motivación. Pienso que los triunfos salieron de la preparación realizada, pero también de la motivación que provenía de ese ambiente. Queríamos cumplir con el país y con los amigos. Hoy en día cada deporte está deparado y los atletas casi no se conocen. Mirar al deportista de calidad ayuda mucho, sea del deporte que sea. 

Los campeonatos nacionales eran fuertes en tu época… 
Muy fuertes. En aquella época se usaba el sistema de ranking, un todos contra todos entre los ocho mejores tenistas del país. De 1982 a 1986 cualquiera ganaba. Luego Tabares y yo nos separamos un tanto y del 88 al 93 discutimos todos los campeonatos nacionales. Sin embargo, para llegar a la final teníamos que jugar duro porque había buen nivel de tenis con Wilfredo Henry, Armando Pérez, varios juveniles como Dubiel Medina, Iván Pérez, Roberto Rodríguez, Adrián González y otros compañeros.         
Fue una fortaleza tener un evento así, ya que te obligaba a mantenerte bien todo el tiempo. Si te dormías te pasaban por arriba, y eso se tradujo en desarrollo. También influyó mucho en la calidad del certamen los resultados de Copa Davis, porque el equipo lo integraba cuatro jugadores y todos querían estar. Igual sucedía con los equipos para eventos multidisciplinarios. Existían 10 u 11 jugadores para una o dos plazas, porque Tabares y yo éramos los titulares. 

El debut en Copa Davis seguramente representó un momento especial… 
La primera serie fue ante la Mancomunidad del Caribe, en Nassau, y perdimos 3-2. Solo yo pude marcar puntos con victorias sobre Roger Smith (BAH) y Douglas Burke (JAM). Ellos tenían un equipazo y nuestras expectativas eran altas porque se trataba del evento más fuerte del mundo y por primera vez jugaríamos oficialmente partidos a cinco sets.
En aquella época el sistema de juego era diferente, con partidos abiertos, yo mismo tuve sets de 11-9 y 10-8, y si no acababa en tres mangas tenías 15 minutos de descanso y nuevamente a la cancha.
La Copa Davis fue algo tremendo para mí, despertaba una motivación extra, siempre quise jugar a la perfección, no sé la razón. Quizás porque la gente empezaba a llegar y bajo ningún concepto querías hacerlo mal. Aquí mismo llegamos a reunir hasta 5 mil personas en un día. En fin, me preparaba mucho mejor para la Copa Davis que para otro evento. 

En 1988 tampoco pudieron avanzar mucho… 
Ya para ese momento conocíamos lo que era el ranking ATP y el circuito mundial, veníamos dando clarinadas con algunas victorias esporádicas, pero nos tocó una zona muy difícil. Le ganamos a Bolivia (4-1) en La Habana, con aquella famosa victoria mía sobre Mario Martínez (6-4, 3-6, 4-6, 6-2 y 6-3), quien era 27 del mundo. Sin embargo, nos tocó Uruguay en la siguiente fase y eso eran palabras mayores aún siendo locales, porque tenían a Diego Pérez, Víctor Caldarelli y Marcelo Filippini, los tres ubicados entre los 60 mejores del listado universal.

 No es hasta 1990 que cambiaron las cosas y logran ascender al Grupo I de América…  
Ya teníamos un equipo listo para triunfar, aunque los rivales fueran buenos. Ese año jugamos ante Ecuador, Venezuela y Colombia en Varadero, en una cancha que la pusieron como queríamos. Recuerdo que ante Ecuador estaba lenta, con Venezuela un poco más rápida y frente a Colombia rapidísima, imagínate que usaron pintura de piscina. No se podía mirar para el suelo. El hecho de que te acomoden la cancha influye mucho. Ganamos los tres eventos y pasamos al grupo I americano.


En 1991 quedaron a las puertas del Grupo Mundial… 
En el grupo I de América todos los equipos son buenos, es un nivel parecido al Grupo Mundial. Comenzamos con Paraguay en Varadero, ante un equipo que teníamos de hijo, lo mismo le derrotábamos aquí que allá, y los barrimos 5-0. Después nos tocó Canadá en esta misma cancha y perdimos el famoso partido (4-6, 6-7(4), 6-4, 6-4 y 3-6) de dobles ante la pareja número uno del mundo, Grant Connell y Sebastien Lareau, quienes serían campeones olímpicos en Barcelona 1992.
Íbamos delante con el servicio en el quinto set, pero cometimos un error imperdonable y perdimos, un resultado que a la postre nos costó la serie (3-2). Sin embargo, aquel desenlace nos convenció de que podíamos llegar al Grupo Mundial y competir exitosamente. Fíjese que Canadá jugó en febrero de 1992 con Suecia, la entonces selección campeona de Copa Davis, y le ganó. Aquella idea nos empezó a rondar y finalmente logramos ascender en 1992.

 Aquel año, olímpico por demás, trajo la gran noticia… 
Volvimos a superar fácilmente a Paraguay (4-1), en Asunción, te digo que le teníamos la baja tomada, y después vino la difícil serie ante Chile allá en Santiago. Sabíamos que de ganar teníamos el Grupo Mundial en las manos, pero las condiciones de juego eran sumamente adversas, en canchas de arcilla acomodadas a los locales y además con Tabares un poco cansado.
Los periodistas chilenos se reían de nosotros, pero el capitán chileno les advirtió varias veces: “ustedes no los conocen”. En la primera jornada dividimos los singles y todos empezaron a preocuparse. Al día siguiente le ganamos el dobles y ahí mismo terminó aquello, porque en el tercer día los barrimos. Tabares jugó impecablemente, no se equivocó en nada y salimos adelante increíblemente.

 Resultaba un tanto raro que tenistas cubanos llegasen al Grupo Mundial… 
Nosotros pensábamos lo mismo: un par de cubanos no muy conocidos estaba haciendo historia. Sucede que ya figurábamos en el ranking mundial y nos iban estudiando aunque no lo creyéramos.
Lo descubrimos, por ejemplo, durante la serie del grupo mundial ante Suecia, en Kalmar 1993, ante un país que poseía a seis de los 10 mejores tenistas del ranking en aquel momento. Nunca pensamos que fueran a poner al equipo estelar y lo hicieron. La razón la dio Stefan Edberg en la conferencia de prensa: “Ellos no tienen el ranking, pero sí el nivel”. Perdimos 5-0.   
En el match con Rusia en San Petersburgo, a finales de ese propio año, por la permanencia en el grupo mundial, nos pasó algo parecido. Su número dos era Andrei Olhovskiy, a quien no colocaron en los singles porque Tabares casi le había ganado semanas antes en Wimbledon. Fíjese si este jugador tenía nivel que en la primera vuelta del torneo británico había derrotado al estadounidense Jim Courier, el entonces número uno del mundo. 

¿Partidos inolvidables en Copa Davis? 
Son varios, por ejemplo la primera experiencia en Copa Davis (1987), ante el bahamés Roger Smith, un tenista que venía de ganarle al checo Iván Lender, primero del ranking mundial. Smith me ganó 6-1 el primer set, en 8 o 9 minutos, muy rápido. Recuerdo que llegué a la sombrilla y le dije a mi gente: “me tiene loco, no sé que voy a hacer con él”. Me recomendaron aguantarle un poco y lo hice: me puse a correr y bolearle, y ya perdí la segunda manga 10-8.
Entonces llegué a la silla y les dije a Tabares y a Henry: ¡Ya gané el partido! Por supuesto que se empezaron a reír, pero les respondí, “mírenlo, está muerto”. En el tercer set le gané 11-9 y nos fuimos al camerino. Al regreso yo estaba matado, te lo confieso, pero nos cruzamos en el pasillo y empecé a saltar, como si nada hubiera pasado. Triunfé 6-2 y 6-3 en los restantes sets. Más tarde, en la conferencia de prensa, Smith dijo que le impresionó verme tan fuerte luego del tercer set. Y le respondí que estaba tan cansado como él, pero que había sacado un extra. Aquella experiencia enseñó mucho al equipo.   
El otro partido memorable fue en 1990, ante Colombia, cuando nos íbamos para el grupo I de América. La serie se supercomplicó y me tocó definir con Miguel Tobón, un hombre que en superficie rápida jugaba muy bien. La cancha de Varadero estaba llena y sentí la presión más grande de mi carrera deportiva. Cuando salí del camerino empezamos a hablar, nuestro equipo era muy unido, y Henry me preguntó: ¿Blanco, y ahora qué? Y le dije: “Vayan sacando cuentas que nos vamos para el Grupo I”. Todavía me emociono.
Perdí el primer set, gané los dos siguientes. En el descanso me empezaron a preguntar por el físico y otras cosas, y le dije al presidente de la Federación Cubana, Rolando Martínez, “ve pensando como hacen la fiesta, prepara la piscina, mira a ver”. Yo era un poco loco en ese sentido y el partido fue durísimo, pero lo pude ganar.
Y el último gran partido (1996) fue aquí mismo frente al paraguayo Ramón Delgado, quien le había ganado poco tiempo antes a Pete Sampras. El equipo cubano ya estaba sin Tabares, me acompañaban Lázaro Navarro y Armando Pérez, y no era lo mismo. Me tocó definir el último punto y fue 11-9 en el quinto set, algo inolvidable. 

¿Rivales imposibles y fáciles en aquellos años? 
El uruguayo Diego Pérez se reía de mí, éramos grandes amigos, pero jugaba conmigo dentro de la cancha. Teníamos el mismo estilo de juego y yo encajaba en él a la perfección. Sin embargo, Francisco Masiel, que estuvo entre los 30 mejores del ranking, jamás me pudo ganar. Son cosas del deporte.

 ¿Qué significaron Tabares, Armando, Henry, Navarro y Belkis? 
Tabares jugó a mi lado desde que éramos niños. Dormíamos en la misma habitación, viajábamos juntos, jugábamos dobles juntos, a veces nos encontrábamos hasta en la ducha. Nos ayudábamos mucho, aunque teníamos una gran rivalidad. Había periodistas fanáticos a Tabares y otros a mí, lo cual elevó la motivación, que es el gran secreto de un deportista porque te lleva a hacer las cosas bien. Fuimos juntos al grupo mundial, pasando de la nada al grupo II americano, después al uno y finalmente a la élite.
Wilfredo Henry influyó mucho en mí, fue como el educador, me ayudó con el buen consejo, me vigilaba, me llevaba a la escuela de la mano, me sugería no ir a fiestas innecesarias. Le debo mucho.
Belkis es la amiga, la compañera de mixtos, estuvimos muchos años juntos en eventos multidisciplinarios. Incluso en los Centrocaribes de México 1990 no la ponían a jugar, teníamos un gran equipo femenino con Rita Pichardo, Iluminada Concepción y ella, pero yo pedí que la colocaran en el mixto conmigo y alcanzó su medalla.
Armando Pérez fue el complemento de Tabares y mío. Jugaba muy bien y era jaranero, competidor, unía al equipo. Siempre estuvo listo para jugar.
Y Lázaro Navarro llegó cuando yo me estaba yendo, con él tuve la doble función, era entrenador y jugador. Tenía la responsabilidad de formar a jóvenes como Ricardo Chile y Sándor Martínez. Navarro llegó a tener buenos resultados, venció incluso al chileno Fernando González e hizo semifinal en varios torneos grandes. Era un jugador difícil de carácter, pero nos llevamos bien y mantuvimos a Cuba en el Grupo II de América. 

Tuviste la oportunidad de jugar en circuitos y torneos Grand Slam, incluido Wimbledon y Roland Garros… 
Los Grand Slams son otro mundo, asisten los mejores. Compartes camerino con los más grandes y eso da una gran motivación. Ves cómo entrenan, cómo actúan y vas aprendiendo. También pasas penas que te van educando.
Recuerdo que en Barcelona, en el prestigioso torneo Conde de Godó, teníamos que jugar dobles y no sabíamos que era tradición vestir ambos de blanco. Nos pusieron en el court central frente a los franceses, quienes eran 8 y 12 del mundo en aquel momento. En definitiva íbamos a salir de rojo y azul y el árbitro principal nos cayó detrás para que nos cambiáramos.
A todas estas no teníamos ropa blanca en el maletín y los franceses nos la prestaron. Al final les ganamos y entonces nos chistaban diciendo: “Pino, cómo es posible que le prestemos la ropa y nos ganen”.
Así nos empezaron a conocer y sobre todo en dobles los oponentes nos respetaban mucho, a todos los niveles. Llegamos a ganarle dos veces a la mejor pareja holandesa y también a los australianos.
Logramos una visibilidad mundial y posicionamos a Cuba en ese entorno. Fue el resultado de un proceso de desarrollo que comenzó con la reestructuración de la federación cubana en 1984 y llegó hasta la inserción en Copa Davis y en el circuito mundial.
Si no pudimos mejorar nuestras posiciones del ranking ATP fue por situaciones del reglamento nacional y de la ITF, ya que si entrábamos entre los 100 mejores no podíamos estar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de México 1990. 

¿Qué te caracterizó como jugador? 
La perseverancia, luchaba mucho y era muy emotivo. En los partidos de Copa Davis me relacionaba muy bien con el público cubano. La cancha siempre se llenaba, cualquiera fuera su capacidad. Sin embargo, mi concentración era oscilante: en momentos de presión, cuando las metas andaban muy altas, la lograba y jugaba bien. Por el contrario, solía perder con rivales de inferior calidad.

 ¿Cómo lograste mantenerte en el equipo nacional durante 20 años y 13 de ellos en el equipo de Copa Davis? 
Nuestro equipo tenía mucha disciplina para entrenar, nos preparábamos muy bien. El secreto fue el físico y la fortaleza mental. Las palabras perseverancia y diarismo son las que mejor ilustran nuestra actitud. Estuve todo el tiempo sin lesiones, un índice de la buena forma que teníamos, porque el deportista se lesiona por accidente o por mala preparación. Ni Tabares ni yo sufrimos lesiones y eso fue básico para llegar a estar entre los 16 mejores países del mundo en la Copa Davis. Cuba fue la primera nación subdesarrollada en lograrlo en menos tiempo: apenas cinco años. Además le ganamos a grandes equipos, a rivales de nivel y a parejas ubicadas en el top ten del mundo. 

¿Tu retiro llegó en el momento adecuado? 
Eso no llega a saberse con exactitud, pero quienes están a tu alrededor te van diciendo cosas y vas pensando. Muchos me han preguntado por qué dejé de jugar en 1999. Me retiré siendo 149 del ranking ATP, venía de participar en los tres torneos grandes de Colombia, donde hice cuartos de final, semifinal y final, respectivamente.
Sin embargo, cuando llegué a Cuba dije que terminaba. Lo curioso es que estaba jugando bien y podía incluirme ese año entre los 100 mejores del mundo. Pero estaba cansado mentalmente, había nacido mi niña, llevaba tres años sin estar a su lado, y creí que ya había retribuido todo el apoyo del INDER y la Federación Cubana con 20 años en el equipo nacional, 13 en Copa Davis y 17 medallas en juegos multideportivos.
Debía ocuparme de la familia y de mí. No me he arrepentido de aquel adiós, me hicieron una gran ceremonia de despedida en la cual agradecí a todas las personas e instituciones que me ayudaron a lo largo de mi carrera. 

El tenis cubano resistió la partida de Tabares porque quedaste tú, pero al marcharte comenzó, a la postre, una etapa de continuo declive… ¿Qué ha sucedido? 
Cuando Tabares se marchó quedamos Armando Pérez y yo. “El Pepino” tenía un gran nivel y Lázaro Navarro venía dando la clarinada. Teníamos un equipo. Para retirarme en 1999 hicimos una revisión y entendimos que venían detrás muy buenos jugadores, a los cuales había que formar. Lamentablemente Ricardo Chile, Edgar Hernández, Sándor Martínez y Luis Javier Cuéllar se fueron marchando del país, porque de lo contrario habríamos creado un equipo formidable.   
Ahora estamos en la misma situación, tenemos chicos de calidad, pero tienen que competir, y eso no es un secreto. Apoyo el principio de prepararse en Cuba, pero para seguir un camino de desarrollo hay que competir en el alto nivel.
Boris Becker nos lo dijo en su reciente visita a La Habana, y eso se cumple para todos los deportes: Hay que dedicar dos o tres años de inversión pura, para después cosechar triunfos. Eso en el tenis significa comenzar un proceso desde el no ranking, llegar a ser 1800 y luego escalar.

¿Los resultados de tu generación se valoraron en su justa medida? 
Sí, el INDER nos apoyó mucho. Conrado Martínez Corona, Raúl Villanueva, Vinicio Quevedo y Reinaldo González nos dieron la mano, fueron consecuentes con los resultados que estábamos obteniendo. 

¿Resulta más difícil formar ahora una generación tan ganadora como la tuya? 
No lo creo, en tanto se cumplan las premisas. Hoy tenemos dos o tres tenistas jóvenes que pueden llegar muy lejos. De hecho hemos contado con varios jugadores que hasta los 14 años lograron un nivel de desarrollo alto. La continuidad de ese proceso es lo que ha fallado. Nuestro programa de minitenis es muy bueno, los expertos de la ITF ven a nuestros adolescentes jugar y muestran respeto. Hay, además, resultado en los eventos de Copa Davis y Copa Federación categoría juniors.

 ¿Cómo vives el tenis actualmente, más allá del entrenamiento de tus pupilos? 
Tengo la posibilidad de exponer temas en eventos de la Federación Internacional de tenis (ITF). He compartido con varios de los mejores entrenadores del mundo. En México, recientemente, dialogué con quien fuera el entrenador de Pete Sampras y con el preparador físico de Roger Federer. Son encuentros que aportan un nivel alto de conocimiento sobre los sistemas de entrenamiento modernos.
Cada jugador tiene hoy en día su sistema de preparación. Tuve el privilegio, hace poco, de estar con David Ferrer y Marat Safín, vi sus métodos de preparación y aprecié que cada uno aplica aquel que se adecua a su estilo de juego.
El tenis actual está violento. Hay siete u ocho jugadores que siempre están en la cima de los grandes torneos. Luego, del décimo lugar del ranking al 180 pasa cualquier cosa. El otro grupo llega hasta el 500 más o menos, y después aparece el bulto de tenistas. 

El tenis ha sido un deporte, por lo general, sin escándalos… 
La  idiosincrasia del tenista influye mucho, este es un deporte de caballeros, de respeto, de disciplina. Existen muchos eventos y los jugadores apuestan a sus posibilidades. Hace un tiempo hubo un escándalo importante, con Nicolay Davidenko, y eso casi sentenció su carrera. Luego ha seguido jugando, pero no como antes.   

1 comentario:

  1. Una entrevista muy buena que no había tenido el placer de leerla, te agradezco que la hayas subido, un saludo!

    ResponderEliminar