Los días difíciles que vive nuestro país impactan de modo particular en el movimiento nacional de las peñas deportivas, inmerso en un proceso de reestructuración que busca garantizar su supervivencia y vitalidad.
Las limitaciones financieras del movimiento —aliviadas durante algunos años por el INDER— se agudizaron en el 2008, momento a partir del cual han quedado suspendidos los campeonatos de softbol y dominó a nivel de país, los eventos del Consejo Nacional y la estimulación a las peñas vanguardias nacionales.
Adicionalmente, se encareció el costo del asiento en los palcos de cada estadio beisbolero (1 a 3 pesos), zonas que llegaron a reservarse para las peñas en un 70 por ciento, incluso gratuitamente, en una concesión que reconocía —por lo general— su aporte al espectáculo y el enfrentamiento a aficionados groseros e indisciplinados.
Sin embargo, para el vicepresidente primero del movimiento, el jurista Ventura Carballido, lo más doloroso fue que la medida llegó de golpe, sin antes explicar a los peñistas los motivos de la misma, que sintonizan con la necesidad de eliminar gratuidades.
En ese contexto, marcado además por la urgencia de fortalecer la institucionalidad del país, sinónimo de que cada cual asuma sus esencias, las peñas deportivas y el INDER han trazado un proyecto que intenta redimensionar el movimiento, también urgido de eliminar agrupaciones inconstantes y otros problemas, como la contaminación con lógicas administrativas, el dirigentismo, la vulgaridad, el fanatismo y hasta cierta cuota de regionalismo.
Por tanto, los debates actuales se dirigen a la validación de aquellas peñas con un trabajo eficaz, tangible, sostenido, lo cual no niega su carácter espontáneo y masivo. También hacia la reducción de la directiva nacional, en pos de hacerla más funcional y compacta. Y finalmente, se busca un funcionamiento presidido por el compromiso social, la disciplina, altos valores éticos y morales, fórmulas de autofinanciamiento, y el mayor empleo de las plazas públicas para actividades de diversa índole.
¿Las misiones? Constituir espacios de aceptación, ideales para el debate y el aprendizaje en la comunidad; preservar y enriquecer la historia de nuestro deporte y sus protagonistas, sin olvidar el papel de sus familiares; seguir presente en cada certamen atlético, para tributar a los ídolos el cariño y reconocimiento que necesitan; y entre otras tantas tareas, multiplicar en la familia cubana el gusto por la actividad física, como forma de salud y recreación.
Así, humilde pero intensamente, y sin renunciar jamás a los grandes proyectos, deberán funcionar las peñas deportivas, recordando que si nacer, crecer y afincarse en nuestra sociedad fue su primer logro, sobrevivir ahora será el gran triunfo. Y que como al principio, harán más falta el amor y las pasiones, que las cuentas bancarias.
Las limitaciones financieras del movimiento —aliviadas durante algunos años por el INDER— se agudizaron en el 2008, momento a partir del cual han quedado suspendidos los campeonatos de softbol y dominó a nivel de país, los eventos del Consejo Nacional y la estimulación a las peñas vanguardias nacionales.
Adicionalmente, se encareció el costo del asiento en los palcos de cada estadio beisbolero (1 a 3 pesos), zonas que llegaron a reservarse para las peñas en un 70 por ciento, incluso gratuitamente, en una concesión que reconocía —por lo general— su aporte al espectáculo y el enfrentamiento a aficionados groseros e indisciplinados.
Sin embargo, para el vicepresidente primero del movimiento, el jurista Ventura Carballido, lo más doloroso fue que la medida llegó de golpe, sin antes explicar a los peñistas los motivos de la misma, que sintonizan con la necesidad de eliminar gratuidades.
En ese contexto, marcado además por la urgencia de fortalecer la institucionalidad del país, sinónimo de que cada cual asuma sus esencias, las peñas deportivas y el INDER han trazado un proyecto que intenta redimensionar el movimiento, también urgido de eliminar agrupaciones inconstantes y otros problemas, como la contaminación con lógicas administrativas, el dirigentismo, la vulgaridad, el fanatismo y hasta cierta cuota de regionalismo.
Por tanto, los debates actuales se dirigen a la validación de aquellas peñas con un trabajo eficaz, tangible, sostenido, lo cual no niega su carácter espontáneo y masivo. También hacia la reducción de la directiva nacional, en pos de hacerla más funcional y compacta. Y finalmente, se busca un funcionamiento presidido por el compromiso social, la disciplina, altos valores éticos y morales, fórmulas de autofinanciamiento, y el mayor empleo de las plazas públicas para actividades de diversa índole.
¿Las misiones? Constituir espacios de aceptación, ideales para el debate y el aprendizaje en la comunidad; preservar y enriquecer la historia de nuestro deporte y sus protagonistas, sin olvidar el papel de sus familiares; seguir presente en cada certamen atlético, para tributar a los ídolos el cariño y reconocimiento que necesitan; y entre otras tantas tareas, multiplicar en la familia cubana el gusto por la actividad física, como forma de salud y recreación.
Así, humilde pero intensamente, y sin renunciar jamás a los grandes proyectos, deberán funcionar las peñas deportivas, recordando que si nacer, crecer y afincarse en nuestra sociedad fue su primer logro, sobrevivir ahora será el gran triunfo. Y que como al principio, harán más falta el amor y las pasiones, que las cuentas bancarias.
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