José Ignacio del Puerto fue el primer árbitro cubano que obtuvo la categoría Tres Estrellas de la AIBA
Lleva con exactitud su número total de peleas. Las suma con cariño y sin distinción, quizás como homenaje al azar que lo llevó al boxeo aquel día en que hizo falta un juez para rellenar la mesa. Matancero, conversador, afable, José Ignacio del Puerto habla con meditación de su vida como árbitro y recuerda innumerables detalles.
La improvisación ocurrió el 14 de septiembre de 1985, en una Copa Tele Rebelde en Camagüey, y desde entonces prefiere el atuendo blanco. Estudió de modo autodidacta hasta 1986, cuando aprobó el curso para árbitro nacional dictado por Asdrúbal Arrán en Matanzas. Llegó a los torneos Playa Girón y Giraldo Córdova Cardín en 1987, año en que además se estrenó como tercer hombre del ring.
En su amplia hoja de servicios constan, entre otras, la participación en las lides del orbe de Mianyang´05 y Milán´09, las copas del mundo de Moscú´05 y Bakú´06, así como en dos mundiales juveniles celebrados en Cuba, y uno de cadetes en la capital azerí. Al evocar sus triunfos no olvida el aporte de otros maestros como Pupy Santiago, Yolando Sánchez, Alfredo Toledo y Manuel Montoya.
Sin embargo, obtener en el 2009 la categoría de Árbitro Tres Estrellas, entre los 45 primeros agraciados del planeta, la considera uno de los premios más altos recibidos, junto a la condición de Instructor de la Asociación Internacional de Boxeo (AIBA) para la formación de colegiados de una estrella en nuestra región. De su voz emanan criterios esenciales…
¿Qué características debe reunir un buen árbitro de boxeo?
“Mucha vocación, llevar el “bichito” en la sangre, fíjate que a mi el boxeo solo me gusta cuando estoy en el ring o la mesa de juez. Claro, hacen falta también buena vista y reacción, practicar sistemáticamente, ser honesto y estudiar las reglas, no para memorizarlas sino para interpretarlas. Lo otro es conocer las nociones elementales de este deporte, es decir golpes, defensas, desplazamientos, etcétera”.
La AIBA ha dejado atrás los grandes escándalos del arbitraje, aquellos años de soborno y mafia ¿Cómo valora su estrategia?
“Aunque me hice árbitro internacional en 1993 y llegué a Clase A en 1997, no conocí a fondo la etapa anterior. Sin embargo, la nueva era de la AIBA ha logrado gran transparencia. En Milán tuvimos el primer Congreso Mundial de Árbitros y Jueces, y se aprobó por fin un código de ética. En los últimos años se ha sido severo y sin demora con los deshonestos. Con las nuevas máquinas la afición puede observar la votación de cada juez y la de coincidencia. En las competencias nos hospedamos aparte, aguardamos las peleas en salas exclusivas y no podemos saludar a técnicos o atletas, llevar celulares ni cámaras”.
Pero en Cuba la afición critica mucho a los jueces…
“En el país hay muy pocas máquinas y lo ideal es que cada provincia tenga la suya para formar a los jueces desde la base. Dominarlas es difícil, hay que entrenar mucho, no solo para coincidir, sino para juzgar bien cada golpe con la agilidad que exige un segundo.
“Nuestra afición es conocedora, pero a veces actúa injustamente; por ejemplo, suele apoyar al adversario más débil, sobre todo en peleas ante estrellas, y si este ofrece un poco de resistencia quiere verlo ganar y la emprende con nosotros. En Cuba nos equivocamos, pero no hay mala fe ni estamos vendidos”.
También se detienen demasiado las acciones para requerir, lo cual no halla correlación con el número de penalizaciones…
“Solo debe llamarse la atención ante verdaderas faltas, siempre insistimos en eso durante cada seminario, para cuidar el espectáculo. La penalización debe llegar cuando un púgil comete un grave error o luego de ser advertido varias veces por la misma falta. Pero debe aplicarse sin temor para que la pelea no se nos vaya de las manos”.
¿Los momentos más importantes de tu carrera?
“Haber actuado como árbitro y juez en las finales (69 y +91 kg) del Mundial de Milán. También la elección como mejor árbitro de la Copa del Mundo de Moscú´05. Y claro, hay anécdotas inolvidables, como la penalización a Félix Savón en el 2000. Eso no sucedía todos los días”.
¿El día más triste?
“En Mianyang 2005 descalifiqué a un peso crucero estadounidense en la pelea por bronce. Lo entendí correcto, jamás violé nada, sin embargo después comprendí que no debí decidir el combate. No subí más al cuadrilátero en esa lid. Uno se siente muy mal. Aprendí la lección”.
¿Cómo vives los resultados de Cuba en las lides donde actúas?
“Soy árbitro, pero también soy cubano. Siento muy fuerte el triunfo y la derrota. Ante algún despojo la condición ética me obliga a ser disciplinado, respetuoso, aunque la indignación está, siempre está.”
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